
Escaleras en Paris (I)
No llovia en Paris, a finales de aquel tormentoso Octubre. El suelo de las Tullerias, estaba seco y las doradas hojas de los parques no cubrian los setos ni los bancos. Una niebla debil cubria el Sena, y la Torre Eifel, todavia no estaba iluminada.
Alquile un atico en la Plaza Pigalle, a pocos metros del afamado Mouline Rouge. Una nevera repleta de comida española, un portatil y unos cuantos periodicos europeos, en espera de noticias suyas eran mi unica compañia. Una bicicleta verde marihuana, comprada a bajo precio a un pakistani en una tienda de la Avenida de Clichi, me servia como medio de transporte.
Mitchel y yo habiamos planeado hacia tiempo, esta estancia en Paris, la segunda para ambos y la primera, juntos. Una escapada de su aburrido mundo de pasillos y despachos en un ministerio Belga, y un paron en mi mundo juvenil, madurado a golpe de sufrimineto y aventuras generalmente incomprendidas.
LLaman a Paris la ciudad del amor, de la luz....patria de Balzac, de los mosqueteros, de Maria Antonieta, lugar de huida de Esmeralda, y Quasimodo, cuna del arte de Picasso... Paris, lugar de escaleras, de peldaños que suben y bajan, peldaños por los que puedes caer y partirte en dos. Escaleras son los que subi sola a mi atico la noche en que Mitchel desaparecio para siempre, y mi corazon se quedo ahogandose en el Sena.
Al contrario que las parejas comunes de enamorados, nosotros no subimos a la afamada torre. Unas trescientas escaleras separan la plaza Charles de Gault del paraiso de Napoleon, en las alturas del arco del triunfo.Curiosamente, nunca me gustaron las alturas, tengo vertico, debo vivir aventuras pegada a la tierra, casi reales, no imaginarias, aun asi subi, no solo esas sino unas cuantas escaleras mas, y tambien las baje, hacia los fosos del Louvre, y hacia mis mismos miedos y mis mismas catacumbas.
Un gendarme, entrego una nota a Michel a los pocos minutos de subir al cielo, despejado de Paris. Una nota que nos llevaria al misterioso museo, a sus mismisimas entrañas y a una obra de A. Canova, de la cual yo me quedo con la segunda parte, ya que aunque dicen, que la locura y el amor van de la mano, yo prefiero ir loca y sola, que en soledad acompañada.